Cuando regresé de España en agosto me cargué la maleta, como siempre, con algún libro extra. Mi madre me regañó: ‘¿Y para qué quieres tantos libros que luego te van a pesar mucho?’. Y es que no sólo de chorizo, jamón y lomo vive el ser humano, o al menos yo.
Este era un libro de una colección que sacó el periódico El País hace algunos años. Lo compré y se quedó en la estantería ocupando sitio durante bastante tiempo. Siempre me encanta llevarme algunos de esos libros que no leí de adolescente. Y aquí en Bélgica, trato de encontrar el tiempo para ir poniendo al día mi lista de libros abandonados durante mi etapa adolescente.
Como ya a lo mejor sabrás, hace unos días atrás, ya compartí la breve reseña en Goodreads del libro “Congreso en Estocolmo” de José Luis Sampedro. Además, prometí que elaboraría una reseña más larga en mi blog sobre este libro. Así que aquí estoy, preparado para escribir una reseña (a mi manera) sobre esta fantástica novela. Pero antes de nada, empecemos por la figura del autor:
José Luis Sampedro
Me sorprende mucho la trayectoria de Sampedro. Y más sorprendido estoy aún de haber descubierto yo a Sampedro “de mayor”. Nació en Barcelona en 1917 y falleció en Madrid en el año 2013. Y es que, como es de imaginar, 96 años de vida dan para mucho. Y más si conocemos un poco la historia de España y todo lo que ocurrió en el transcurso de esos años.
José Luis Sampedro fue escritor pero también filósofo, economista, catedrático, poeta… y esta parte tan sumamente multifacética de Sampedro me encanta. De hecho, tiene otros libros y conferencias sobre economía y otros temas muy interesantes. Muy posiblemente te encuentres otra entrada en este blog comentando algunas ideas de Sampedro y trayéndolas a la realidad.
Muy relevante es también el hecho de que Sampedro fue senador por designación real en la primera legislatura tras la restauración de la democracia en España, y también fue miembro de la Real Academia Española. Su vida da para un libro (y me atrevería a decir que hasta para más de uno), y de hecho escribió junto a Olga Lucas “Escribir es vivir”: Un ciclo de conferencias sobre su obra impartidas por él mismo.
Pero hoy nos vamos a centrar tú y yo en la obra que nos concierne:
“Congreso en Estocolmo”
Esta fue una de las primeras novelas de Sampedro (de hecho, erróneamente se cree que fue la primera novela escrita por Sampedro) y fue publicada en el año 1952. Hagamos cuentas: Publicó esta novela a los 35 años. Nunca he creído en exceso en los números… pero el hacer este tipo de cuentas de la vieja me hace sentir mejor: Todavía no se me ha hecho tarde para sacar mi primera novela.
La inspiración para crear esta novela fue la asistencia de Sampedro a un congreso bancario en Suecia. Tras su viaje, se quedó muy impresionado con el país y los paisajes, su cultura, sus canales…
En las propias palabras de José Luis Sampedro: «En aquellos años salir al extranjero con dinero era redescubrir el mundo, renacer a la vida arrebatada y pisoteada por el franquismo».
Cuando lees esta novela, parece que Sampedro se ha dado el buen gusto de recordar cada una de las impresiones que dejó Suecia en cada uno de sus sentidos. Las descripciones de los paisajes, de la naturaleza, del agua, de los animales incluso… son descripciones muy vivas y que nos hacen viajar a Suecia aunque nunca hayamos estado allí.
Creo que el proceso de escritura de esta novela tuvo que ser un proceso muy bonito para Sampedro. También se entreve la profunda huella que ha dejado este viaje en Sampedro. La naturaleza está viva e incluso se convierte en muchas ocasiones en un espejo del alma de los diferentes personajes de esta novela.
Hay un detallito que he descubierto más tarde. Para enmascarar este viaje a Suecia, finalmente se decidió basar su trama en un congreso científico en lugar de un congreso sobre economía. Según él, pensaba que sería mucho más atractivo hablar sobre diferentes disciplinas científicas en su libro en lugar que hablar sobre “cifras vacías”. En mi humilde opinión, un gran acierto de Sampedro en esta novela.
Pero, ¿de qué va esta novela?, te estarás preguntando. Pues va sobre un catedrático matemático de un instituto situado en Soria que es invitado a una reunión científica en Estocolmo. En Estocolmo va a descubrir un nuevo mundo, una nueva cultura, una nueva forma de vida. De hecho, el protagonista va a redescubrir el amor, uno de los sentimientos que nos hace sentir con vida.
Se nota que Sampedro es un humanista con un gran corazón. En esta novela deja claros determinados aspectos como la aceptación de la vida y del vivir en todo su esplendor.
Un pequeño detallito antes de entrar en otras ideas que me ha ofrecido esta novela. El protagonista se llama Miguel Espejo. Rebuscando entre la obra de Sampedro me he encontrado con “La estatua de Adolfo Espejo”, escrita en 1939 (13 años antes de la publicación de “Congreso en Estocolmo”). Esta novela ha sido publicada mucho más tarde y en ella Adolfo Espejo se debate entre la integración en el mundo con sus tentaciones y la apacible soledad de la renuncia a los placeres sensuales. Quizás ese Espejo haya dado lugar al protagonista de esta novela. Observemos la figura del protagonista principal…
Miguel Espejo
Y es que aunque hay varios personajes que me parecen fascinantes en esta novela, sin lugar a dudas, uno de ellos es el protagonista: Miguel Espejo. Matemático, profesor en un instituto de Soria, y un poco aburrido de la vida. Así llega a Estocolmo.
Miguel Espejo se formula preguntas del tipo: “¿Cómo es posible que la absoluta falta de sensibilidad para lo circundante no impida a ciertas personas tener éxito? ¿O es que esa impenetrabilidad es justamente lo que explica su triunfo, porque les permite arrollar a todos y a todo sin darse cuenta?”.
No me digas que no empezamos bien. Este fragmento está subrayado en mi libro y creo que es un claro ejemplo del rico mundo interior de Espejo. Esta duda también la he tenido yo en muchas ocasiones. No me extraña que quede reflejada en esta novela escrita por un economista humanista. Este fragmento es una preciosa reflexión en forma interrogativa sobre este mundo tan competitivo en el que vivimos.
La evolución de Miguel Espejo es formidable y me encanta la manera en que Sampedro ha trabajado el crecimiento de Espejo en la novela. Al principio, comenzará pidiendo nervioso “cartas” de su mujer y su familia en Soria a Karin, una chica que hace tareas administrativas en el transcurso del congreso, y al final terminará acercándose a ese nuevo mundo que se refleja en la persona de Karin. Espejo es un personaje que terminará dejándonos maravillas como: “… Pero si hay algo claro en mí es la seguridad de que nada debe ser asfixiado en embrión. No debemos matar nada dentro de nosotros antes de que nazca…”. Grandes palabras llenas de significado que dejan clara su apertura hacia ese nuevo mundo y ese renacer lejos de las arraigadas costumbres españolas.
Además, Espejo deja claro: “Cómo me arrepiento de todo lo que he aniquilado dentro de mí durante mi vida, enterrándolo bajo las losas de un no y otro no, decretadas por no sé qué ignorada y ajena voluntad!”. Me encanta cómo se va arrepintiendo de su comportamiento en piloto automático, de cómo se ha negado a él mismo muchas oportunidades de romper esa rutina impuesta por la cultura en la que se ha criado.
Y es que esta novela es muy humana, tal y como se refleja en la figura del personaje Miguel Espejo. Precisamente es este encuentro amoroso con Karin, esa lucha interna entre el renunciar de nuevo a una nueva chispa que encienda el fuego de su vida o aceptarla, el que hace que la trama pase de ser una anécdota a ser una trama digna de ser tratada en una novela.
Me he sentido muy identificado con Espejo, con su humanidad, con sus dudas, con sus miedos…
De nuevo, como en el caso del personaje de su otra novela “La estatua de Adolfo Espejo”, su personaje principal se enfrenta al o bien aceptar la vida tal como es o bien renunciar a vivir con todos sus placeres.
¿Otras ideas?
“… Pienso lo mismo de todas (las religiones). Hay muchas más diferencia entre creer o no que entre las diferentes creencias.” Hay un diálogo delicioso entre Gyula (húngaro) y Rawenanda (hindú), del que destaco esta joyita. Me encanta la reflexión que nos propone este fragmento. En este diálogo nos topamos con una conclusión tan cierta como “…Y en cuanto a la ciencia, al conocer, ¿qué es eso? No, no hay más verdades que las que pueden vivirse. La ciencia suprema, o la única, o el arte de vivir, como usted quiera llamarlo, porque no tenemos una palabra para designarlo”.
Y por cierto, qué precioso intercambio cultural cuando Rawenanda dice: “los occidentales, quizás no. Los hindúes la poseemos: Udinadsha es saborear la inmensa eternidad que habita siempre en nuestra alma”.
A mí personalmente me parece precioso este fragmento. En él queda claro el enriquecimiento cultural que se produce cuando se acercan dos culturas. Es precioso el intercambio de la palabra hindú por el significado que encuentra Gyula, occidental, gracias a su reflexión. Porque en muchas ocasiones sucede: Tengo un sentimiento o una sensación y otra persona tiene una palabra para etiquetar ese sentimiento o esa sensación. Algo similar a lo que sucede con las palabras nostalgia y saudade en portugués.
Este mundo de las lenguas me entusiasma mucho. De hecho, este choque cultural lo tengo ante mí cada día. Español – holandés. Dos idiomas, dos medios que sirven para compartir nuestras sensaciones, nuestras emociones, nuestros sentimientos, qué estamos percibiendo en cada momento… Y es que la vida en sí puede ser fascinante si nos fijamos en esos detallitos del día a día, en esas cosas que pasan normalmente desapercibidas.
La cultura tradicional española
El agotamiento de la vida predestinada. De nuevo, el choque cultural entre la cultura sueca y la española. “En mi ciudad, la verdad es que uno se casa sencillamente porque llega un momento en que eso es lo que hay que hacer. Nos empuja la familia, el ambiente y cierto temporal cansancio de patronas y mujerzuelas. En cuanto a la elección, cien casualidades hacen que uno se case con ésta en vez de con aquella. En el fondo, da lo mismo. Empieza el noviazgo, y, a pesar de todo, somos tan necios y aborregados que hasta sentimos cierta emoción. Claro que sólo dura la luna de miel, el primer hijo, quizás el segundo…”
Me encanta la manera en que Sampedro trata estos dos mundos culturales y su manera de ver el amor. El lector empatiza y siente el cansancio y el agotamiento de una vida marcada por pautas provenientes de la cultura. Una sociedad en la que se nos ha olvidado vivir y en la que vivimos por inercia, haciendo las cosas que pensamos que debemos hacer porque nos ha llegado ese momento determinado.
Una vida y un mundo en el que “los códigos se han alejado tanto de las normas naturales”. En ocasiones, parece que vivimos en contra de nuestra natura y tratamos de vender que estamos satisfechos con nuestra vida.
Cultura oriental
Pero la novela aún nos esconde un secreto más: la cultura oriental representada en el personaje chino del doctor Lao-Ting. Ese otro mundo al que tanto admiro.
“Sólo ustedes son capaces de dar más importancia a las etiquetas políticas y hacer que todas las manifestaciones humanas hayan de estar coloreadas de rojo o de blanco”… “¿Dejaremos de ser lo más profundo y auténtico por ser superficial?”
Me encanta la crítica que se hace con estas palabras a ese mundo de las etiquetas, de los hash tags, en el que se pierden los matices, el abanico de colores. Una crítica al mundo de blancos y negros al que tratan de someternos algunas personalidades para su beneficio.
Y por último, aparece una joya que hace referencia al modo de comer en China.
“También es esencial usar los palillos de marfil en vez de los cubiertos occidentales. El tenedor no permite escoger los trozos de la sabia y compleja comida china, mientras que los palillos son tan sagaces como picos de ave, y permiten llevar a la boca el trocito y sólo el trocito descubierto por la vista y que se codicia saborear. La comida china no es para agotar el plato, sino para escoger en él. No es el cocinero quien ultima los sabores finales, sino el comensal”.
Me parece un tesoro este fragmento. Una clase de filosofía oriental aplicada a la cocina y a la comida. Por cierto, si quieres leer más sobre comida oriental, te dejo mi reseña de la película “Comer, beber, amar”: https://vivirfueradelalgoritmo.blogspot.com/2021/02/comer-beber-amar.html
Y para terminar…
Espero que no se te olviden los palillos a la hora de degustar la vida la próxima vez que viajes a otros lugares. Porque en el fondo, viajar, debería convertirse en seleccionar aquellas cosas que deseas descubrir y debería ser un ejercicio de exploración hacia ese nuevo lugar o esa nueva cultura.
Espero que te haya gustado esta reseña-reflexión y espero que nos leamos de nuevo dentro de poco. Un abrazo grande.
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