Me apetecía escribir. Ha pasado cierto tiempo y ya tocaba. Much@s de vosotros sabéis que ando inmerso en una carrera universitaria sobre Ciencias de la Comunicación, y tras el primer examen... Muy bien... llega el segundo examen de... economía. No me puse a tiempo y durante los meses de clases me moví dubatitativo, buscando mi sistema de estudio... pero no di con la clave hasta casi llegados los exámenes.
Tengo las excusas perfectas: No haber tenido el tiempo suficiente entre examen y examen para poderme concentrar, que hayan pasado 5 años desde que dejé de estudiar hasta ahora que he decidido volver a coger los libros... Las excusas que nos queramos inventar podrían encajar bien. Pero la realidad, es que ayer me volví a enfrentar a esas fuerzas interiores que te dicen que no estás haciendo lo que deberías hacer.
¿Cuántas veces nos dejamos hundir por la sensación de: "Esto no es lo que debería estar haciendo"? Ayer fue un día en los que me enfadé conmigo mismo... Pero quiero desmontaros esta pequeña paranoia mental, este pequeño ejemplo cotidiano, simplemente para que podáis pensar vosotr@s en vuestr@s paranoias mentales... todos las tenemos y nadie escapa.
Me levanté a las 6 de la mañana y me puse a estudiar. El día anterior tuve bastantes opciones para salir e irme por ahí, pero quise intentar concentrarme para ver si tenía alguna posibilidad de aprenderme el contenido exigido en el examen. Finalmente, a las 7:30 decidí que no me iba a presentar. Era una sensación de frustración el ver cómo intentaba hacer los ejercicios y no me salía nada.
Lo tenía claro desde el primer día que me apunté a la Carrera: Para aprobar, ya me hice magisterio y saqué matrícula de honor... ahora sólo quiero aprender. Y si me presentase hoy al examen y aprobase, sólo sería por una cuestión de suerte cuando en realidad no he aprendido gran cosa. Finalmente salí a trabajar mi turno, y, por supuesto, cuando me pongo el traje de cocinero, friegaplatos o lo que quieras... en ese momento, procuro dar lo mejor de mí para hacer mi trabajo.
Pero, por supuesto, todo acaba, incluido el tiempo de trabajo, y tocó el regreso a casa. Hablé con mis padres y mis padres asumieron mis argumentos... todo el mundo asumió que llevaba razón bajo mi punto de vista... pero fue ella, otra vez... mi propia mente, la que no asumía mis argumentos y no me daba la razón.
A partir de ahí, perdí la calma, me puse nervioso, y apareció lo que hacía ya tiempo que no sentía: Sentimiento de culpa. Fue un bajón mucho más grande que el que pueda tener con alcohol, me empecé a sentir mal... y las emociones empezaron a dominarme. Me sentía un imbécil y un tonto por no querer presentarme al examen... Mi mente me demandaba el hacer las cosas como las había aprendido, no como yo quiero hacerlas.
No voy a vender esto como una lucha a vida o muerte, no lo es... pero a lo mejor, si cambias algunas palabras, encuentras tu caso entre líneas. Lo que he aprendido es que en realidad, la mayoría de las cosas en la vida, se tratan de equilibrios... así que en cuanto detecté el problema, me puse a trabajar en él para solucionarlo.
En todos los mercados tienes un punto de equilibrio entre oferta y demanda. Tú también lo tienes entre lo que puedes ofrecer y lo que te demandan. Me serené, me puse a meditar... Todas las neuras son irracionales. El cerebro racional se desarrolló más tarde que las emociones. Mientras que las emociones son intuitivas, gracias a nuestra capacidad de razonar, podemos reducir la intensidad de esas emociones. El cerebro es tu mejor arma, utilízalo a tu favor.
Finalmente, me senté a razonar conmigo mismo... a dar más importancia a los mensajes de comprensión que había recibido que a la incomprensión irracional que me había invadido. Empecé a meditar recuperando la concentración y mi estado sano, y para rematar mi victoria, decidí salir a ver a un amigo al que quiero un montón para darle un abrazo más que grande y, por supuesto, recibir su abrazo. Aunque no lo hayas experimentado o desconozcas en este momento el valor del contacto con los demás... te tengo que decir que el contacto con los demás es una necesidad humana... y con contacto, me refiero a demostrar que se quiere a alguien de una forma no verbal. Si nos metemos en el estudio de la comunicación humana, primero nos comunicábamos de manera no verbal y luego ya aprendimos el lenguaje verbal (También lo puedes ver en los bebés, cómo primero se comunican por gestos y después, con el tiempo, empiezan a descubrir el significado de las palabras y a utilizar el código verbal).
Para finalizar, me gustaría dejar escritas dos reflexiones.
Respecto a la impulsividad con la que nos movemos en muchas ocasiones, me gustaría que nos fuéramos a la Prehistoria. Somos un eslabón más de la cadena de una evolución que por ahora continúa y sigue adelante. Si un hombre prehistórico tenía hambre, veía a un mamut, y se lanzaba a darle un bocado al mamut... o se enfrentaba a él cuerpo a cuerpo... podemos suponer, y con gran certeza, que sería uno de los primeros en caer. Sin embargo, aquellos hombres que pensaron en satisfacer su hambre con algunos frutos u otros animales más pequeños, y se tomaron su tiempo para diseñar lanzas, pero se enfrentaban completamente sólos con sus lanzas al mamut, serían los segundos en caer. Finalmente, los que satisfacieron su hambre de forma temporal, los que diseñaron las lanzas, aprendieron a esconderse en árboles y trabajaban en equipo para lanzar varias lanzas que debilitasen al mamut, podemos suponer que fueran los primeros cazadores de mamuts.
Por último, os dejo el cuento de meditación de Los monos.
Era un aspirante espiritual con mucha motivación, pero tenía una mente muy dispersa. Tuvo noticias de un sobresaliente mentor y no dudó en desplazarse hasta donde vivía y decirle:
- Respetado maestro, perdona que te moleste, pero mi gratitud sería enorme si pudieras proporcionarme un tema de meditación, puesto que tengo decidido retirarme al bosque durante unas semanas para meditar sin descanso.
-Me complace tu decisión. Ve al bosque y estáte contigo mismo. Puedes meditar en todo aquello que quieras, excepto en monos. Trae lo que quieras a tu mente, pero no pienses en monos.
El discípulo se sintió muy contento, diciendo: “!Qué fácil es el tema que me ha proporcionado el maestro!; sí, realmente sencillo”. Se retiró a un frondoso bosque y dispuso una cabaña para la meditación. Transcurrieron las semanas y el aspirante puso término al retiro. Regresó junto al mentor, y éste, nada más verlo, preguntó:
-¿Qué tal te ha ido?
Apesadumbrado, el aspirante repuso:
-Ha sido agotador. Traté incansablemente de pensar en algo que no fuesen monos, pero los monos iban y venían por mi mente sin poderlo evitar. En realidad, llegó un momento en que sólo pensaba en monos.
*El Maestro dice: La mente es amiga y enemiga; es una mala dueña, pero una buena aliada. Por eso es necesario aprender a contener el pensamiento y poner la mente bajo el yugo de la voluntad.
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